
La ciudad de Chihuahua, fundada el 12 de octubre de 1709 bajo el nombre de San Felipe el Real de Chihuahua, emergió como un punto neurálgico en el norte de la Nueva España. Su ubicación estratégica entre los centros mineros de Parral y Santa Eulalia la convirtió en un enclave esencial para la administración y el comercio de la región.
El trazado urbano de Chihuahua reflejaba las influencias arquitectónicas y urbanísticas de la época colonial. En el corazón de la ciudad se estableció la Plaza de Armas, alrededor de la cual se erigieron edificaciones emblemáticas que aún perduran. La Catedral de Chihuahua, cuya construcción se inició en 1725 y concluyó en 1826, es un ejemplo destacado del barroco novohispano y se erige como testimonio del fervor religioso y la prosperidad económica de la ciudad.
Además de la catedral, el centro histórico albergaba otras construcciones significativas. El Palacio de Gobierno, edificado en el siglo XIX en el sitio del antiguo Colegio de los Jesuitas, es notable por su arquitectura y por ser el lugar donde fue fusilado Miguel Hidalgo en 1811. Asimismo, la Casa de Juárez, que sirvió como residencia temporal del presidente Benito Juárez durante la intervención francesa, es otro edificio de relevancia histórica.
El comercio y la vida social florecían en las calles adoquinadas del centro. Mercaderes, mineros y viajeros convergían en este punto, intercambiando bienes, noticias e historias. Las ferias y mercados eran eventos recurrentes que dinamizaban la economía local y fortalecían los lazos comunitarios.
Hoy en día, el centro histórico de Chihuahua es un testimonio viviente de su pasado colonial. Sus edificaciones y plazas narran historias de una época en la que la ciudad se consolidaba como un bastión de cultura, fe y comercio en el vasto territorio de la Nueva España.