
La actual ciudad de Chihuahua, capital del estado homónimo, tiene sus raíces en el siglo XVIII, cuando fue fundada el 12 de octubre de 1709 bajo el nombre de San Francisco de Cuéllar. Este asentamiento surgió en la confluencia de los ríos Sacramento y Chuviscar, en un territorio habitado por diversas comunidades indígenas, entre ellas los rarámuris o tarahumaras.
La fundación de la ciudad respondió a la necesidad de establecer un centro administrativo y comercial que facilitara la explotación de las ricas minas de plata descubiertas en la región, especialmente en Santa Eulalia. El gobernador de la Nueva Vizcaya, Antonio Deza y Ulloa, fue quien decidió establecer el asentamiento en este punto estratégico, considerando su ubicación favorable para el comercio y la comunicación.
Desde sus inicios, Chihuahua fue un crisol de culturas, donde colonizadores españoles e indígenas convivieron e intercambiaron saberes. Este mestizaje se refleja en el escudo de armas del municipio, que presenta la cabeza de un soldado español y la de una mujer tarahumara, simbolizando la unión de ambas culturas en la formación de la identidad chihuahuense.
Un hito arquitectónico que destaca en la ciudad es la Catedral de Chihuahua, cuya construcción inició en 1725 y concluyó en 1826. Este templo es considerado una joya del barroco en el norte de México y refleja la importancia que la ciudad fue adquiriendo a lo largo de los años.
La fundación de Chihuahua marcó el comienzo de una historia rica y compleja, en la que la interacción entre distintas culturas y la explotación de recursos naturales jugaron un papel fundamental en el desarrollo de la región.